Los clásicos, aunque sean modernos, son siempre lecturas aconsejables en épocas de crisis. Su reinterpretación dentro del contexto de la misma, ayuda a la reflexión sobre nuestro entorno. En ello he estado en estos días, siendo acompañado en los ires y venires de casa al Ministerio y del Ministerio a casa por el excelente libro "Johnny got his gun", escrito en el periodo de entreguerra por Dalton Trumbo. La obra pretende ser una canto al pacifismo internacionalista propio de la izquierda clásica, aunque precisamente por las interpretaciones en épocas de crisis, fue obra prohibida en la lucha mundial contra el nazismo. Para el que no conozca la obra, versa sobre los pensamientos de un soldado (Joe Bonham) que, gravemente herido en el frente, despierta de nuevo a la vida para descubrir que mantenerle con vida ha sido a costa de extirparle brazos, piernas, ojos, oidos y la posibilidad de articular palabra. Es, en definitiva, un despojo humano al albur de los acontecimientos.
Nuestra sociedad actual es Joe Bonham. Hemos recibido el formidable impacto de la crisis financiera, y poco a poco vamos descubriendo cómo nos han sido extirpados nuestros mecanismos de defensa y protección. Algunos de ellos, para mayor dolor que el del soldado del relato, sufrimos su extirpación en tiempo real. Mecanismos de protección social que dábamos por consolidados desaparecen, derechos que creíamos adquiridos se diluyen ante unos ojos que nos van cegando poco a poco para que no seamos conscientes del drama.
Y cómo el soldado herido, la sociedad se pregunta si el sufrimiento merece la pena. De igual modo que el se pregunta si la lucha por la libertad merece las heridas recibidas y los muertos de la guerra, la sociedad inquiere si mantener un presunto futuro ha de ser a cambios que nos arranquen unos derechos presentes, si no merece más la pena pedir primero certidumbres antes de realizar sacrificios. Resulta igual de patética la escena en que le es impuesta a Joe Bonham una medalla como el reconocimiento que hoy hacen los políticos de los sacrificios que se están realizando. En nada cambia nuestra situación inerme, no nos devuelven los miembros pérdidos.
La única salida, como Joe Bonham descubre al final, es la unidad, la rebelión contra las circunstancias, utilizar las armas que nos dan para la guerra para labrar un futuro distinto renunciando a acudir a la misma, renunciando a enfrentarse con el que está al otro lado de la tierra de nadie. No se trata de luchar para que otros sean los que paguen la salida de la crisis, sino de exigir una salida colectiva a la misma. Se trata de demandar la reformas necesarias para recuperar el tiempo que hemos perdido inermes en una cama de hospital ajenos a la realidad, deseando que todo fuera un sueño del que tarde o temprano despertaríamos. No es un sueño, es una pesadilla, y de las pesadillas y miedos sólo se superan con voluntad propia.
Nuestra sociedad actual es Joe Bonham. Hemos recibido el formidable impacto de la crisis financiera, y poco a poco vamos descubriendo cómo nos han sido extirpados nuestros mecanismos de defensa y protección. Algunos de ellos, para mayor dolor que el del soldado del relato, sufrimos su extirpación en tiempo real. Mecanismos de protección social que dábamos por consolidados desaparecen, derechos que creíamos adquiridos se diluyen ante unos ojos que nos van cegando poco a poco para que no seamos conscientes del drama.
Y cómo el soldado herido, la sociedad se pregunta si el sufrimiento merece la pena. De igual modo que el se pregunta si la lucha por la libertad merece las heridas recibidas y los muertos de la guerra, la sociedad inquiere si mantener un presunto futuro ha de ser a cambios que nos arranquen unos derechos presentes, si no merece más la pena pedir primero certidumbres antes de realizar sacrificios. Resulta igual de patética la escena en que le es impuesta a Joe Bonham una medalla como el reconocimiento que hoy hacen los políticos de los sacrificios que se están realizando. En nada cambia nuestra situación inerme, no nos devuelven los miembros pérdidos.
La única salida, como Joe Bonham descubre al final, es la unidad, la rebelión contra las circunstancias, utilizar las armas que nos dan para la guerra para labrar un futuro distinto renunciando a acudir a la misma, renunciando a enfrentarse con el que está al otro lado de la tierra de nadie. No se trata de luchar para que otros sean los que paguen la salida de la crisis, sino de exigir una salida colectiva a la misma. Se trata de demandar la reformas necesarias para recuperar el tiempo que hemos perdido inermes en una cama de hospital ajenos a la realidad, deseando que todo fuera un sueño del que tarde o temprano despertaríamos. No es un sueño, es una pesadilla, y de las pesadillas y miedos sólo se superan con voluntad propia.
Te voy a decir, es un post raro.
ResponderEliminarPero con sinceridad, yo también me siento a veces que estoy en una guerra, que no he provocado, pero me están atacando y además el enemigo tiene mejores y más potentes armas.
Sigo y seguiré luchando por aquellos a los que quiero.
Pero las guerras son duras. Se produce mucho sufrimiento, y generalmente, el mayor sufrimiento a los que no son responsables de las mismas.
Se les llama eufemísticamente "daños colaterales".
Así es como me siento: un "daño colateral".