Son tiempos económicos duros, tiempos de hacer más con menos y reordenar prioridades en la cosa pública. Sin duda necesarias son las acciones de ajuste, el recorte o privatización de servicios, algunos incluso plantean el cambio del régimen estatutario de los funcionarios (aunque muchas veces uno duda que sepan qué es un funcionario y cuál es la diferencia con otro tipo de empleados públicos).
Creo que el reformismo ha de desplazar al conformismo (genial frase de @sevillajordi), y ello ha de empezar por cómo se definen, proveen y priorizan los servicios que prestamos y las políticas públicas que se implementan. Esa definición, provisión y priorización, a falta de un funcionariado independiente y fuerte, queda sin contrapeso de la mera ambición política. Y ello no es bueno para la Sociedad.
Ilustrar las ideas con ejemplos de la vida real es básico para su propagación. Pueden encontrarse de todo color, pero por tenerlo cerca, voy a poner el ejemplo del Ayuntamiento de Madrid, desde hace unos meses en guerra porque se le deje refinanciar la insoportable deuda que cae sobre todos los madrileños. Parece razonable que un Ayuntamiento así recorte servicios y que dicho recorte comience por los no prioritarios. Es significativo que entre sus servicios prioritarios incluya la financiación de actividades de ski y no la iluminación de la M-40, cuando ambos son servicios que ha asumido de modo voluntario. Obviamente, dicha priorización, a todas luces contra el valor público, responde a un interés más político que social.
En tiempos de cambio, en epocas de reforma de lo público, es indudable que se necesita incorporar cambios en la función pública. Pero el cambio más importante a realizar es en las reglas de funcionamiento de la Administración y poder ejecutivo, en definir cómo este conjunto puede servir mejor a la sociedad.
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