Durante el ya finalizado descanso estival, cayó en mi pantalla el documento "Conversations with Canada´s Public Service leaders", publicado por la rama canadiense de la consultora Deloitte. Pretende ser un análisis de las barreras a la innovación que encuentran la capa del funcionariado canadiense que en España llamamos de "libre designación", los equivalentes a nuestros subdirectores generales y en algún caso director general. Es curioso comprobar como estas barreras resultan similares. Juzgue el lector de esta bitacora a la luz del resumen siguiente de las tres barreras que se mencionan.
La innovación en el sector público, con poca duda, pasa por una mayor cercanía entre los servidores públicos y los ciudadanos. Esta cercanía, cuenta con dos barerras actitudinales. De un lado, el propio funcionariado acostumbrado a desarrollar su labor en el anonimato. La cercanía a los problemas públicos para innovar en su solución está reñida con refugiarse detrás del mostrador, con esperar a que los problemas vengan a nosotros en lugar de salir a identificarlos. De otro lado, la actitud de la capa política contemplando la Administración sólo como un brazo ejecutor. Es cada vez más frecuente la falta de arte y parte del funcionario en el desarrollo de las políticas públicas, convirtiéndose en un mero ejecutor de lo diseñado en los gabinetes de los políticos de turno. El funcionario ha de ser un autómata ejecutor de estas soluciones decididas en un ámbito externo, sin margen de decisión y por tanto de introducir innovación en lo que realiza.
El cortoplacismo marcado por la crisis anula la posibilidad de innovación. Los recortes en lo público no equivale a reforma de lo público, la mejora en eficiencia de un proceso administrativo no supone un cambio en el mismo. Los que estamos dedicados a las Tecnologías de la Información lo vemos día a día. La capacidad de las TIC es infrautilizada en la Administración, su introducción se limita en la mayoría de los casos a una mera automatización de procesos sin una reflexión al respecto de si valen para algo más que "digitalizar el caos" (@alorza dixit). Ello lo vemos en la esfera global, esta crisis ha supuesto pocos cambios en cómo hacemos las cosas. Se han recortado sueldos de funcionarios, pero pocas reformas se han hecho de cómo funcionamos en lo público. Tan sólo recuerdo el Acuerdo de Consejo de Ministros de simplificación documental destinada a obligar a hacer realidad que no se pida al ciudadano en la AGE.
No se puede innovar sin romper los silos. Por una parte, creemos en la unicidad de nuestro problema. Trae el documento a colación una gran frase de T.S.Eliot, "Recuerda que eres único, de la misma manera que lo es todo el mundo". La innovación está reñida con la no reutilización de soluciones, la falta de comunicación nos lleva a la no reutilización, al continuo reiventar de la rueda sobre la base de creernos únicos. Ello se ve frecuentemente en las TIC, pero es aplicable a todo ámbito de lo público. Tampoco la endogamia perpetua facilita el cambio cultural. Falta formación en la innovación aplicada y mayor comunicación entre profesionales de lo público y lo privado, vivir las necesidades de lo segundo para encontrar soluciones desde lo primero.
Sólo hay un consuelo de leer de vez en cuando papeles relativos a otras Administraciones. Saber que en España no somos distintos. La verdad (y las soluciones), Scully, no está ahi fuera.