Leyendo la breve y recomendable estrategia de Gobierno Electrónico del Gobierno de Irlanda fui sorprendido por su anexo final. El anexo buscaba establecer una definición para el Gobierno Electrónico con el objetivo de acotar los proyectos que eran del ámbito de la estrategia. No creo que sea algo necesario, ya que la definición del concepto como "la inclusion de las TIC junto con nuevas capacidades en las AAPP para mejorar los servicios, apoyar las políticas públicas y reforzar los procesos democráticos" , sigue plenamente vigente.
Aunque la definición clásica de Gobierno Electrónico dada por la Comisión Europea siga siendo valida, es de reconocer que el concepto de qué es un proyecto de Gobierno Electrónico sólo se ha adaptado al mismo recientemente. Hacia el año 2000, cuando la definición fue dada, poco más que la puesta de procedimientos administrativos en Internet se consideraba un proyecto de Gobierno Electrónico. Consecuencia de esa aproximación primigenia son los mecanismos de evaluación del progreso del Gobierno Electrónico, y la segunda derivada de considerarlo un experimento fallido por su falta presunta falta de uso.
Sin embargo, el Gobierno Electrónico como proyecto va más allá, y precisamente es ahora cuando parece cuestionado que las Administraciones Públicas están pasando de creerse digitales a ser digitales. Existe más transformación digital en el proyecto de Gobierno Electrónico que no se ve la "marca" de la Administración que en la disponibilidad de cualquier procedimiento en línea. Pero este tipo de proyectos, quizás por ser los más exitosos, son los que más se cuestionan como proyectos de Gobierno Electrónico. Quizás no se más que la reivindicación de los premios por los no participantes.
Pongamos un ejemplo claro, ¿agradece mas el ciudadano el proyecto que le permite entregar la declaración del IRPF por Internet o el proyecto que le permite recibir un borrador de declaración de IRPF para entregarlo por el canal de su conveniencia? Aunque aparentemente sean parte del mismo lote, la simplificación administrativa derivada de no tener que ni recopilar los papeles relativos a tus ingresos es sin duda la parte más agradecida. Esa es la disrupción, y no la ventanilla automatizada.
Este replanteamiento del Gobierno Electrónico tiene un claro vector impulsor: lo que la tecnología puede aportar ha sobrepasado las necesidades básicas del negocio. Sólo se nos pedía automatizar back-office y front-office, y eso, aunque mejorale como todo, está básicamente hecho en las grandes Administraciones. Lo que ofrecemos ahora, es adicional, y a veces considerado superfluo por el advenedizo digital en tiempos de restricciones. Hay quien me contó que en proceso de participación electrónica le despreciaron tomar las aportaciones ciudadanas en un sistema de gestión documental ya existente, que hubiera permitido búsquedas y clasificaciones posteriores que agilizaran tratamiento. Rechazo y petición de buzón mail fue lo que pidieron en cambio, para después ahogarse en las peticiones recibidas.
Lo que podíamos vender con el Gobierno Electrónico, está comprado. Como concepto, como actividad dentro de las Administraciones Públicas, sólo sobrevivirá saliendo sus profesionales de la actitud pasiva de esperar peticiones, y, como el del caso descrito, proponiendo más allá de lo pedido, ofreciendo la transformación. La rechazaran uno y ciento, pero la razón y necesidad está de su parte.