A pesar del compromiso cono @jifamiliar en los comentarios a una entrada anterior de esta bitácora, me ha costado volver sobre el tema de cómo las politicas de Gobierno Abierto pueden incidir en cómo realizamos nuestro trabajo. O mejor dicho, que innovaciones han de introducirse en nuestros modos de trabajar para poder desarrollar una política de Gobierno Abierto. Un par de lecturas recientes y una conferencia sobre el trabajador 2.0 a la que atendí hace poco me ha hecho romper con la desidia.
Un clásico en la materia es hacer del funcionario el centro de la acción pública. Creo que aquí hay poco nuevo que decir, desde el post ya clásico de Di Maio, han corrido rios de bits al respecto. La formación del empleado público para que sepa como hacer de los medios sociales una herramienta de trabajo, dandole de forma correlativa un marco de derechos y deberes acorde con el estatus de la función pública son quizás los elementos determinantes para ello. Obviamente, ello requiere tal y como decía en la entrada referida al principio, la ruptura de modelos jerárquicos y el establecimiento de unarelación de confianza político-funcionario.
Pero los cambios culturales requieren una incentivación, un mecanismo de recompensas y reconocimientos de conductas. El hacer uso de los medios sociales en nuestro trabajo tiene sus riesgos, pero hay que premiar al que sabe gestionar ese riesgo no al que lo evita. Ello ha de abarcar a las relaciones hacia el exterior, a cómo se es capaz de integrarse o crear comunidades de ciudadanos para la ressolión de un reto, pero también a cómo somos capaces de proyectar la colaboración hacia el ámbito interno.
No todo el Gobierno Abierto gira entorno al uso que hagamos de los medios sociales. El empleado público ha de acercarse físicamente también las comunidades más relacionadas con su labor. Una posible solución es el destino temporal del empleado público en empresas u entidades sis ánimo de lucro relacionadas con la política pública que le ocupa. No hay mejor manera de satisfacer a un ciudadano que vonociendo sus necesidades mediante la integración en su realidad cotidiana.
La apertura ha de ser también reflejada en las políticas de selección. Políticas de selección para integrar la diversidad favorece los saltos de innovación en el entorno laboral, y como buena práctica al respecto es recogida en "The OECD Innovation Strategy". Sin duda conflictivo, pero la única alternativa es aplicar políticas de discrimnación positiva que permitan llevar la multiculturalidad de España a la función pública Española.
El cambio del entorno de trabajo, físico y temporal, habrá de llegarnos también tarde o temprano. El trabajo por objetivos, la valoración de nuestra efectividad y eficiencia que permita hacer realidad el teletrabajo en las AAPP y la consecuente liberación de espacio y transformación del mismo, favorece también el empleado público comprometido con su actividad.
Y dejemos para el final la provocación, la frase que con la que acabó el ponente de la conferencia a la que acudí y que en cierto modo es verdad: el cambio hacía el entorno de trabajo 2.0 que requiere el Gobierno Abierto ha de hacerse escuchando a todos menos los mandos intermedios. Ciertamente son (¿o somos?) los que más tienen que perder con el aplanamiento de estructuras y ruptura de jerarquías.