No soy nacionalista, ni castellano, ni catalán, ni mucho menos español. Soy jacobino, creo existen competencias irrenunciables para que un Estado asegure la solidaridad entre sus integrantes. Y ayer apoyé la justa defensa del sentimiento nacional de una de las naciones que conforman España: Cataluña. La defensa de una Nación catalana y un Estado español no son una contradicción, son caras de una misma moneda unidas por la amalgama de un nuevo pacto constitucional.
Como funcionario, juré en mi toma de posesión la defensa y hacer cumplir la Constitución Española de 1978. Como ciudadano, creo en un Estado Español plurinacional, conforme con su historia y con el acuerdo de las naciones que la conforman. Sumando ambas condiciones, creo que la mejor defensa de nuestra de Constitución es su reforma, crítica para superar un modelo de Estado que no tiene su origen en nuestra historia sino en las circunstancias históricas que dieron origen a la misma.
Comencemos por la historia. El origen del Estado Español es un pacto, matrimonial como no podía ser de otro modo en aquella época, entre dos realidades nacionales: Castilla y Aragón (que a pesar del nombre tenía ya como entidad dominante Cataluña). Negar este hecho es cerrar los ojos a la historia. Se puede dudar de la existencia de otras realidades nacionales, originadas por una toma de conciencia posterior (Galicia o Vasconia) o nacidos del sentimiento ser una colonia (Canarias), pero dudar de la existencia de una nación castellana y una nación catalana que decidieron unirse (aunque fuera por matrimonio siguiendo el modo y costumbre de la era absolutista) en el Reino de España es como dudar de la naturaleza esférica de la Tierra.
Superado en el XIX los modelos absolutistas, llegó la hora de que los pueblos y naciones decidieran seguir conformando los mismos Estados o dar lugar a otros nuevos. Ello sucedió de modo generalizado en Europa, sin ir más lejos, la misma España sufrió el desgarro de parte de lo que entonces era el Estado Español, perdiendo sucesivamente todas las naciones Iberoamericanas. El resultado fue que España volvió a tener naturaleza básicamente Ibérica, exceptuando los territorios colonizados de las Islas Canarias que habían sido la base de paso en la conquista del Nuevo Mundo.
Y ahora vamos por el tema del origen de nuestra Constitución. La cuestión del modelo de unión de las dos naciones que dieron origen a España quedó sin resolver en el siglo XIX, no teniendo ocasión de resolverse hasta el último tercio del siglo XX por razón de sendas dictaduras (1923-1930 y 1939-1975) que anularon todo proceso de libre entendimiento entre los ciudadanos. Llegada la oportunidad de resolver el modelo de Estado (Constitución de 1978), las presiones externas evitaron que se consolidara la visión de un Estado plurinacional, llamado España para crearse un Estado-Nación llamado España. Esta visión puede resultarles a algunos chocante, pero basta ver la redacción del artículo 2 del borrador constitucional
La Constitución se fundamenta en la unidad de España y la solidaridad entre sus pueblos y reconoce el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran.
y compararlo con lo que fue el artículo 2 que finalmente se consolidó en nuestra Constitución
La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.
En el borrador se habla de España como Estado (el borrador hablaba siempre de España como Estado y no como Nación) compuesto de nacionalidades y regiones, en el texto final España pasa a ser una Nación indisoluble. Ese mismo borrador en su artículo 128.2 autorizaba a cada territorio autónoma (aún no se hablaba de CCAA) a usar "la denominación oficial que mejor corresponda a su identidad histórica", por ejemplo, añado yo, Nación.
Las cesiones de entonces, derivadas de las presiones cuarteleras relatadas el algún libro como "Nacionalismo Español: Esencias, Memorias e Instituciones" impidieron la conformación de un libre pacto sobre la forma de Estado. Un reparto competencial insuficientemente pensado en sus consecuencias (se renunció a la Educación y Sanidad como campo de solidaridad Estatal), con puertas falsas (artículo 150) y gestos de cara a la galería inútiles e insuficientes (como escribir Girona en lugar de Gerona en las carreteras de zonas del Estado no catalanohablantes o la impostura de decir Generalitat en lugar de Generalidad cuando se habla en castellano), han servido a lo largo de los años para irritar a unos y otros sin resolver la cuestión de fondo: Diseñar un Estado plurinacional.
Ahora, el Tribunal Constitucional ha dicho, con razón de acuerdo al texto legal, que Cataluña no es una Nación. Ahora Cataluña ha salido a la calle a recordar que es una Nación. ¿Es o no es Nación? Esa no es la cuestión, ambos tienen razón de acuerdo a su razón de ser. La cuestión es hasta cuando vamos a estar con remiendos, hasta cuando vamos a estar minando la convivencia posible con la inacción, hasta cuando vamos (unos y otros) a ser parte de un Estado basado en el vasallaje (somos porque somos) y no en la razón (somos porque queremos). La cuestión es la reforma de la Constitución y con ella la supervivencia del Estado español, un Estado que algunos pensamos que es un gran invento. Y no sólo para el fútbol.